Hace unos días, estaba charlando con una conocida. Una mujer maravillosa en muchos sentidos, inteligente, grande, sensible y poderosa. Me comentaba su desazón y dudas ante su relación de pareja.
Le respondí:
– Es duro andar con la ilusión del enamoramiento y venirse a topar con la realidad de los micromachismos.
A lo cual me dijo;
-No no, yo no creo que sea eso lo que a mi me está pasando; a mí lo que me sucede es……
Y a continuación hizo una magnífica exposición de ejemplos de microviolencias. Pero sin ser consciente de ello, sin permitirse renombrarlo, ni identificarse con esa realidad. En consecuencia, no comprendía el alcance de su propio malestar.
En otras ocasiones hay mujeres que sí son claramente conscientes del comportamiento micromachista, pero lo atribuyen a diferencias esencialistas entre varones y mujeres; «ellos son así», «es su energía», «su necesidades naturales son otras», «no saben». En definitiva, piensan que esta realidad no se puede modificar. Y escogen el camino de la «aceptación» (han creído de verdad que el amor es aceptar la violencia hacia ellas). Hoy se le llama aceptación, para nuestras abuelas se llamó «resignación» «abnegación» «obediencia».
El teatro es el arte de vernos viéndonos, que decía Augusto Boal. Por eso trabajamos con el teatro este tema que genera tanta resistencia, especialmente en varones y en mujeres «modernos». En cambio por el que se desea con tanta urgencia una transformación.
Se plantea de manera honesta desde el sentir y el dolor vivido en primera persona, esperando que los conocimientos que entre todxs pongamxs en juego nos permitan avanzar en la disolución de las violencias que nos destruyen… a fuego lento.
