En una entrevista de trabajo me preguntaron cuál me parecía el mayor reto de tratar violencias de género con personas migradas solicitantes de refugio, en su mayoría varones pero también mujeres.
Tenía que haberles dicho simplemente que las violencias de género nos han atravesado desde niveles tan íntimos, que comenzar por ahí supone barrer desde dentro hacia fuera. Es decir, hacer un cambio real y global. Y que cuando he tratado otras opresiones sin colocar el género en el centro, es como limpiar una casa dejando en un cuarto a Gregorio Samsa; por mucho que hagamos como que no está, hay una cucaracha enorme en nuestro interior. Todas las justicias estarán en una balanza torcida.
Les dije:
»Creo que el mayor reto es dar visibilidad a las violencias por razón de género, y calificarlo como un asunto prioritario; ya de por sí es habitual camuflar de normalidad manifestaciones que sólo con una perspectiva de género integrada se pueden renombrar como las formas de violencia que son. En esta «normalidad» las violencias sutiles o micro quedan totalmente ahogadas en las partes más recónditas del iceberg. Mientras que las agresiones más evidentes pueden estar siendo minorizadas por dos motivos:
El primero, por la percepción de que las violencias hacia nosotras son un asunto de menor importancia, ya que en general lo que nos sucede a las mujeres en la sociedad tiene un estatus de legitimidad mucho menor que cuando en el centro están los varones. En una palabra, por el androcentrismo. Las propias mujeres hemos incorporado este sentimiento de «ser menos» y darle un lugar como asunto urgente es ya un reto.
Por otro lado, estar viviendo situaciones de gravedad como la que experimentan personas solicitantes de protección internacional, o personas en situación de vulnerabilidad económica extrema puede agrandar aún más la distancia entre “lo urgente” y “menos urgente”. Es decir que nos pareciera que las violencia hacia las mujeres,niñas y disidentes de la heteronorma no son tan graves, dadas las circunstancias.
En cambio, pienso que es imprescindible desenterrar las violencias de género, ya que precisamente están socavando las energías necesarias para afrontar una situación difícil. A todos: La salud física, sexual o psicológica de las mujeres no debería verse aún más sofocada. Por otro lado, para los varones separar la violencia que viven como refugiados o como personas empobrecidas y la que pueden estar ejerciendo como hombres es un artificio que tampoco les ayuda a afrontar la situación; ya que cualquier cuestionamiento de la masculinidad patriarcal siempre será un recurso para ellos. Un recurso personal, interpersonal y social «
En definitiva, no sólo es urgente, sino que además es útil.